La historia de Melisa Laguaquiza del relato "Inti Raymi, música andina en tu corazón".
- michus perez
- 19 mar 2021
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 19 mar 2021

Melisa Asiri Laguaquiza Morales nació el 12 de abril del 2005. Desde pequeña, su largo cabello negro y sus ojos color avellana inspiraban confianza y su personalidad alegre y amable la caracterizaron como una niña dulce y tierna, siempre dispuesta a ayudar a los demás. Sus padres, Roberto Antonio Laguaquiza Lagos y María Angélica Morales Cárdenas trabajaban como agricultores en la parroquia Apuela, cantón Cotacachi en la provincia de Imbabura. En su infancia, Melisa siempre estuvo familiarizada con las costumbres y tradiciones de su familia paterna pues su padre era parte del pueblo indígena Otavalo. En las fiestas del Yamor, la familia paterna de Melissa organizaba la pambamesa para festejar y compartir con todos los miembros de la comunidad. Sin embargo, la fiesta preferida de Melisa era sin duda alguna el Inti Raymi debido a que para ella el agradecimiento que hacían sus familiares y conocidos por los frutos adquiridos a la Pachamama (Tierra) en medio de la danza y música andina era algo mágico que la hacía sentirse conectada con su pueblo y con la naturaleza. Además, su padre siempre tocaba la antara para animar las festividades andinas y Melisa junto con su madre disfrutaban de las dulces melodías andinas.
Sin embargo, cuando Melisa cumplió 8 años, sus padres tomaron la decisión de mudarse a la capital debido a que su padre había perdido gran parte de sus tierras a causa de una hipoteca que no alcanzó a pagar porque las cosechas de ese año se perdieron por el mal tiempo. Con el poco dinero que les quedaba y porque querían que Melisa tuviera mejores oportunidades de estudio, los padres de Asiri (nombre por el cual prefería llamarla su madre) decidieron establecerse en la parroquia de Sangolquí de Quito. Ahí Melisa descubrió su amor por la danza ya que en la parroquia había un grupo que bailaba ritmos andinos y enseguida se inscribió para formar parte del mismo.

En la casa de Melisa, a las 5 de la mañana que era la hora en que sus padres se levantaban para empezar el día, siempre podía escucharse música andina pues esta los animaba e inspiraba para comenzar el día con pie derecho. Melisa siempre fue muy centrada en sus estudios, sabía que tenía el apoyo de sus padres y que ellos siempre se esforzaban por darle lo mejor por lo que ella se esforzaba por tener buenas notas. La escuela para Melisa era un lugar divertido en el que junto con sus amigos podía aprender y divertirse. Sin embargo, el momento del día preferido de Melisa eran las tardes, pues era cuando toda la familia estaba en casa reunida y su padre tocaba la antara mientras ella bailaba.
Un día, mientras el año lectivo de la Sierra estaba por terminar, Melisa vio a un chico alto, de tés blanca y cabella castaño rizado en medio del patio de la escuela algo perdido por lo que enseguida se acercó para ayudarlo. Su nombre era Luis Alberto Zambrano y su actitud extrovertida y simpática llamó su atención. Ella enseguida sintió que en él podía encontrar a un buen amigo en quien confiar.
Autora: Kimberly Bosmediano
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